No sé bien cómo funciona esto de los deseos.
Pero sé que hace bien tenerlos. Y también hace bien, por qué no, estar incluído a veces en los buenos deseos de otros.
Se dice que hay que tener cuidado con desear mucho algo, porque ese deseo se te puede cumplir... Y es por eso, tal vez, que hay pensar antes de elegirlos, y elegir muy bien los deseos que esperamos algún día se cumplan.
Cuando apagamos velas, o cae una estrella fugaz, o pasa un tren, o tantas otras cosas, por lo general nos agarra apurados, pero pese a ese apuro, nos concentramos y tratamos, con toda nuestra fuerza, de elegir a los más importantes.
Es difícil. Yo ya tengo mis preferidos. En definitiva siempre son los mismos. Los que obviamente no voy a revelar en este texto. Para que se cumplan ante la próxima velita, estrella o tren que pase.
Y en estos días, está claro que estamos en plena temporada de deseos. Porque en estos últimos días del año, sin velitas ni estrellas, es cuando tal vez los podemos pensar con más tranquilidad. Entre otras cosas porque tuvimos trescientos sesenta y pico de días para elegirlos.
Aunque seguramente se nos haya pasado el año pensando en otras cosas.
Y en esta tranquilidad de no tener velitas que se consumen y chorrean de cera la torta, ni estrellas que pasan demasiado rápido o trenes que, depende de dónde vivamos, son muchos o muy pocos, me aparece claramente un deseo.
Una palabra. Sencilla. Muy simple.
Y que ojalá todos la tengamos este año. Porque en ella se traducen un montón de otros estados. Porque contagia. Porque si está, seguramente vamos a estar mejor, y nos vamos a hacer bien entre nosotros. Porque si está, significa que muchas otras cosas están sucediendo.
Por todo eso, para este 2010, sencillamente, ALEGRIA.
