
Fabian Gallardo - Mundo divino
jueves, 9 de febrero de 2012
Dos Spinettas

jueves, 28 de julio de 2011
La mayor
miércoles, 20 de julio de 2011
Día del amigo
jueves, 22 de abril de 2010
Viento y poesía
Había mucho viento en esa cuadra, muy cerca del río Paraná. Es que en ese lugar se arma como una especie de embudo, entre los edificios y el nuevo Registro civil, que atrapa por algunos metros ese viento que llega del río.
Estábamos con Fabricio y Luca esperando que se hicieran las 3, para tocar el timbre de la casa del Negro Fontanarrosa.
Qué hora es..? Las 3.
En el colegio me gustaba dibujar en los márgenes de las hojas. Sobre todo caras. Inspiradas, o mejor dicho, afanadas de los chistes y las historietas de Fontanarrosa. Me acuerdo que también me gustaba cerrar los cuadritos con el mismo trazo del dibujo, sin levantar la lapicera, como lo había visto tantas veces en sus trabajos.
Un día aprendí a hacer a Boogie el aceitoso. Pocos trazos, relativamente fácil de copiar, pero nunca lograba la expresión del Boogie original. Esa era la parte difícil.
Y en esa tarde de viento, estábamos por subir a la casa del genio. Nos habíamos saludado muchas veces, pero nunca había tenido la suerte de compartir alguna de sus charlas imperdibles.
Nos abrió la puerta su asistente y nos dijo que ya venía. Al rato apareció en su silla y nos saludó con mucho afecto y con su humor intacto.
Ya a esa altura dibujaba sin lápiz. Ya no le hacía falta.
Le mostramos algunos de los textos de Fabricio, para que eligiera uno que tuviera ganas de leer. Nos ubicamos frente a una mesa, frente a una gran ventana que miraba el río. Y al viento.
Prendí el grabador digital y empezó a leer. Los leyó a todos. Con muchas ganas. Como creo que debe haber hecho todo en su vida.
Fabricio estaba emocionado, y yo también.
Antes de irnos, ellos dos se abrazaron con la mirada. Fue un gran abrazo. Inolvidable. Lo ví.
Le agradecí inmensamente el haber querido participar en alQuìmica, le di mi abrazo y nos fuimos.
En el ascensor se escuchaba el silencio. Había una rara mezcla de emoción, de alegría, de admiración, y también algo de tristeza.
Me quedé con las ganas de contarle que siempre intenté dibujar a Boggie, que no me salía tan mal, pero que nunca había logrado su expresión.
Me quedé con las ganas de contarle que cerraba los cuadritos con el mismo trazo que venía del dibujo, sin levantar la lapicera.
Cuando salimos a la vereda, el viento seguía soplando. Y pensé en esa ventana. Y ahí entendí.
Él ya no necesitaba ni lápiz, ni tablero.
Él miraba por esa ventana y dibujaba con el viento.
lunes, 5 de abril de 2010
Componer y descomponer
Se me hace difícil cerrar las cosas. Prefiero abrirlas.
Tengo 15 canciones listas para ser editadas y cada vez que estoy por cerrar el arte de tapa con los nombres de los temas, aparece una canción nueva. Y digo… no la voy a dejar afuera… tanto tiempo sin grabar…
Es que aparecen en cualquier lugar y cualquier momento, sin ningún plan ni objetivo. Simplemente aparece una frase, una melodía, y ahí prendo el grabador del celular y guardo la idea. Para que no se vaya.
Estaba caminando frente al río y me vino a la mente una frase. “Ella tiene un millón de motivos para no despertarme si me quedo dormido”. Y no pude parar. Apareció la melodía. Y llegué al estudio, escuché los ayudamemorias del celular, y en un par de horas estaba lista. Otra más. Ya van 16. Se llama “Ella está”.
Otra vez a cambiar el arte. La imprenta me tiene mucha paciencia.
Nunca voy a terminar de entender esto de componer. Pero no me molesta aceptar que es un don que me ha tocado. Porque aunque suene medio pedante decirlo, enseguida aparecen los dones que no me tocaron, y como son muchos más, deja de sonar pedante. No juego bien al fútbol, no cocino bien, no soy hábil con herramientas de ningún tipo, cuando nado estilo crol me entra agua en los oídos y me cuesta respirar sin hundirme un poco. En fin, son muchos los dones que no tengo, y no me alcanzaría un blog para nombrarlos a todos. Pero no puedo negar que me llevo bien con la música. Basta tener un piano, una guitarra enfrente para que aparezca algo. A veces interesante, otras veces no tanto, pero algo llega.
Hace muchos años escribí una canción que en el estribillo decía “Sólo te pido una canción”. Una canción de amor, pero que en algunas frases le hablaba a la inspiración. Para que no me abandonara. Para que me dejara al menos escribirle una canción más a ese amor, que aún hoy sigue estando al lado mío.
Y gracias a esa inspiración que sigue visitándome de vez en cuando, le escribí muchas canciones más. La última dice que ella tiene un millón de razones para no despertarme si me quedo dormido, pero también dice que a veces me despierta con un beso que significa mucho más que eso.
Igual, por las dudas, cuando me acuerdo vuelvo a cantar ese estribillo que escribí hace años. Sólo te pido una canción.
Una más y no jodemos más.
lunes, 22 de marzo de 2010
Buena música

viernes, 19 de febrero de 2010
Por qué comparto mis canciones en Internet
Hace varios años decidí difundir y mostrar una canción inédita únicamente a través de internet. No existía Facebook, tampoco estaba en Myspace. Simplemente armamos un mail gráfico comunicando que en una dirección web existía un link para bajarse la canción en calidad CD. Y una vez que se bajaba, cada uno podía hacer lo que quisiera, guardarla en su PC, pasarla a un CD, difundirla por radio, etc.
El tema se llamaba Altavoz, y recuerdo que nunca existió ningún soporte físico de difusión de esa canción. Pese a esa limitación (y estoy hablando de hace varios años), el tema se difundió mucho por radio y se usó como cortina musical en un programa de TV.
Creo que el resultado fue mejor del que esperaba. Sólo se trataba de un desafío personal. Comprobar si existía la manera, sin estructura alguna, de hacer sonar un tema en los medios. Y se podía.
Un tiempo después lo volví a hacer con otra canción, aunque ya las radios estaban más inundadas de nuevos ritmos y tal vez no surtió el mismo efecto, aunque el mismo programa de TV que había adoptado Altavoz como cortina, también lo usó en su programa 2 años seguidos. El programa es Bien temprano, de canal 5 de Rosario, conducido por Susana Rueda, y la canción se llama El mismo sol.
El año pasado empecé a grabar un nuevo material, de 12 canciones inéditas y tuve ganas de antes del lanzamiento subir algunos temas a modo de adelanto. Y ahora que existe Facebook, aproveché ese medio para hacer algo de difusión de la existencia de un lugar desde donde se podía bajar el tema. Elegí Mundo divino, no con la visión que normalmente se tenía, de elegir como primer corte una canción “hitera”, sino con la idea de mostrar sencillamente un adelanto del material en el que estaba trabajando. Una balada con bastantes guitarras que por suerte tuvo muy buena aceptación, tanto en internet como en algunas radios. Recibí comentarios realmente increíbles.
Hoy tuve ganas de subir otra canción. Se llama La mitad. Tampoco la elegiría como primer corte, pero me gustó siempre, y casualmente es otro de los temas en los que me di el gusto de tocar todos los instrumentos.
Y por qué las comparto ?
Antes que nada por un concepto que no es mío, pero con el que coincido plenamente. No todo se compra, no todo se vende.
Más allá de esa vieja afirmación, creo que lo hago porque las canciones lo necesitan. Las canciones siempre quieren abrirse paso. Uno a veces las ata. Las envuelve en celofán dentro de una caja a la espera de que alguien decida romper ese celofán y dejarlas volver al aire.
Pero creo que las canciones necesitan del aire.
Hoy dejé ir otra canción. La dejé libre.
Ojalá le guste el paseo.
domingo, 31 de enero de 2010
Revelaciones. La historia de una foto.
Una nota que me invitaron a escribir hace unos años para los fascículos que salieron en el diario La Capital de Rosario, acerca de La Trova Rosarina.
La colección se llamaba “La Rosa Trovarina”. El nombre fue idea de Adrián Abonizio, que también estuvo a cargo de la coordinación general junto a Juan Aguzzi. El diseño de la colección fue de Mauricio Chiaraviglo.
Aquí va. Revelaciones. (La historia de una foto)
Hacía muy poco que tenía mi Canon ATI. Desde siempre me había gustado la fotografía, y finalmente tenía una reflex en la mano. Esa mañana había comprado un rollo de 400 asas. Blanco y negro.
No sé como, pero un día en la sala de ensayo, hablando de las fotos, me había ofrecido a hacerlas. No me acuerdo bien adónde fuimos, pero sé que esa tarde disparé el rollo entero.
Me encantaba ir a los ensayos en la calle Cochabamba. Sonaba bárbaro y se trabajaba de una manera poco usual. Rubén con su viola haciendo arreglos súper interesantes, a contrapunto, creando climas. El Muerto Sainz y una base potente, el Zappo Aguilera con sus percusiones. Fito empezaba a mostrar algo de lo que después todos conocerían, y Silvina tenía el color de voz exacto para que con Juan formaran un combo perfecto.
Lamento no haber sacado más fotos de esos momentos. Porque la memoria a veces se diluye y se confunde. Pero recuerdo que los rollos de 400 no eran baratos. Y revelarlos menos.
Pero igual esa tarde saqué las treinta y seis fotos. Todos ya estaban un poco aburridos. En esa época hablar de una “sesión de fotos" era casi impensable. Entonces sobrellevaban el momento contando boludeces y riéndose de pavadas. Como chicos. Pero después de un rato, para alegría de todos, terminamos.
Cuando en la pieza de la casa de mis viejos hice los contactos (copias chiquitas de las fotos), empecé a verlas con la lupa y una en particular me atrapó.
Tenía un error, pero también tenía algo de esa energía que aparecía en la sala cuando tocaban. La amplié en 10x15, la sequé en el baño y la miré bien. Esa era la foto. Aunque el Zappo Aguilera se había corrido de su lugar justo en esa 1/125 fracción de segundo. Y no había Photoshop. Perdón Zappo. ..
Pero esa foto tenía algo que me atrapaba. Fito ya estaba con ganas de terminar, pero mantenía el humor. El Muerto, estaba sonriente, seguramente riéndose de algo que había dicho Rubén, pero sin perder la cara de *foto de Bariloche". Silvina también lo estaba mirando, con esa sonrisa que yo conocía desde hace tiempo, desde la época que escuchábamos a Joni Mitchell y tratábamos de sacar canciones de Spinetta.
El único que seguía manteniendo la mirada fija en la lente de la cámara, era Juan. Pero enseguida vi que en realidad no estaba mirando la lente. Estaba mirando mucho más allá.
Juan estaba mirando a toda la gente que, poco tiempo después, iba a conmover cada vez que pisara un escenario.
Él estaba convencido de lo que iba a venir. Ese es para mí Juan Carlos Baglietto. El que no mira a una lente ni le canta a un micrófono. El que sube a cantar con tanta polenta, que si no hay escenario, lo construye. Ese es Juan. Que aunque no pueda decir que soy su amigo, lo admiro y lo quiero de verdad.
Muchas veces me pasa que vuelvo de vacaciones y, cuando vemos las fotos, los amigos me preguntan si realmente fui. Porque no salgo en ninguna. Sin embargo, yo siento lo contrario. Cada foto que vuelvo a ver me lleva a ese lugar, al lugar exacto donde yo estaba parado, y a lo que se veía desde ese lugar: Y en deflnitiva, si me paré ahí, era porque en ese instante me parecía el mejor lugar.
Después de esa foto pasaron muchas cosas. La alegría y la emoción de que Juan grabara un tema mío. Lo increíble que fue, un tiempo después de esa foto, apoyar la púa en un vinilo y escuchar “La música me ayuda” y “Los días por vivir" cantadas por él. Después también vinieron los 10 años maravillosos que pasé disfrutando y aprendiendo en la banda de Fito. Recuerdo también la producción en El Cielito del disco Profano, de mi amigo Rubén Goldin, que hicimos junto al querido Néstor Raschia. La sorpresa de que Lalo grabara la primera canción que yo había cantado como invitado en un recital de Baglietto. La producción junto al maestro Claudio Cardone de En tierra firme; donde pude trabajar por primera vez con Adrián Abonizio. Y todas las canciones y momentos que por suerte me siguen acompañando hasta hoy.
Me siento orgulloso de haber sacado esa foto y de haber estado parado en ese lugar y en ese momento, mirando a través de la lente a gente que quiero mucho, que admiro y con la que tuve la suerte de compartir grandes momentos de mi vida.
Y también estoy muy orgulloso de que algunas notas, algunas palabras y algunos acordes, que nacieron después de esa foto, formen parte de esta historia.
martes, 5 de enero de 2010
Algo sobre los Cables cruzados y el Tema de Rosario
martes, 29 de diciembre de 2009
Deseos
